En el contenido del disco, sentir al mundo significa ser el mundo para el músico. Bryan Adams le rinde culto al sonido que lo creó: el rock and roll, ese que utiliza al rhythm and blues de la misma manera en que Picasso y Jackson Pollock usaron las máscaras tribales: como catalizador para transformar el acto de fe en arte. El rock abraza la juventud perpetua con la experiencia individual, su locura en el sentido más divino del término. Cada track nace con la idea del esplendor juvenil y se propone permanecer ahí, hasta morir.