Para evitar la depresión por las esperanzas frustradas en el acontecer cotidiano, los artistas de clubes y salones europeos han proporcionado una respuesta ante la crisis: la construcción del placer mediante la música de baile o el relax de la escucha nítida y presuasiva. El d-jazz encarnado por De-Phazz es, pues, además de un estilo con más de una década de existencia, una metáfora epitemológica de la contemporaneidad que busca precisamente al sujeto y su sentido como ente hedonista.