Tal es su esencia arcánica. Y estos poseedores de la onza de oro se dieron a la tarea de cambiarla por sonidos inéditos, aun quizá a sabiendas del riesgo que corrían con la fatalidad, ese destino inherente para quienes se atreven a impugnar a los demonios en lugar de simplemente vivir con ellos. En el caso de estos músicos la acción resultó trágica, se resolvió con la muerte.