Hay quien no puede vivir sin café. Despertarse y ansiar un café es la costumbre de muchos. Saborearlo por las mañanas les sabe a gloria. Les ayuda a despabilarse y a pensar que la vida es buena. Degustarlo lentamente, si hay tiempo, o apresuradamente, si uno debe correr al trabajo, pero beberlo como si se tratara de un sediento ante el oasis o de un sibarita ante uno de los grandes placeres del mundo.